La comunicación: Una herramienta para visibilizar a las mujeres en el consejo de familia

María Rodríguez García

maria2.rodriguez@uv.es
Universitat de València

Resumen: Las mujeres en la empresa familiar han tomado generalmente un papel secundario, siendo incluso invisibilizadas o alejadas de los puestos de toma de decisiones. Paralelamente, en el estudio del binomio empresa-familia ha predominado el enfoque empresarial sobre el del grupo familiar. Para complementar los estudios hasta el momento, pretendemos abordar la interacción familia-empresa desde la gobernanza de la familia, concretamente desde el consejo de familia. En este estudio concebimos el consejo de familia como una herramienta de emancipación y representación de la figura de la mujer a través del diálogo y consenso. Para justificarlo, nos basamos en los postulados de la teoría de la acción comunicativa de Habermas (1982). A través de esta teoría se presenta un modelo conceptual sobre los antecedentes y resultados de la aplicación de la racionalidad comunicativa en el consejo de familia y cómo afecta a la visibilización de la mujer. Entre los resultados más relevantes de su aplicación destacamos la sostenibilidad de la familia empresaria a largo plazo.

Palabras clave: empresa familiar; consejo de familia; visibilización; mujer; comunicación

1. Introducción

La herencia antropológica y cultural de nuestros tiempos trae consigo un legado desigual por razón de sexo a nivel estructural. El caso de las empresas familiares no es distinto. De hecho, la literatura manifiesta ampliamente la infrarrepresentación de las mujeres en puestos de dirección, liderazgo y decisión en este tipo de empresas (Ahkmedova et al., 2020). Este fenómeno es importante, entre otras razones, porque las empresas familiares representan el 90 % del tejido empresarial español (Instituto de Empresa Familiar, 2022). Ante esta relevancia, numerosos son los estudios que han llamado la atención sobre la cuestión de la igualdad de género en ámbitos empresariales (Kiefer et al., 2022) y, especialmente, en ámbitos donde la familia se entremezcla con la empresa (Maseda et al., 2023).

Esta interacción entre familia-empresa se ha abordado generalmente en la literatura desde una perspectiva empresarial (Pieper, 2003). Por ello, para complementar los estudios existentes, en el presente capítulo pretendemos analizar esta interacción desde la vertiente familiar. Esto nos permite indagar sobre los patrones y dinámicas familiares en la relación con la empresa. En términos prácticos, nuestro enfoque se fundamenta en los órganos de gobernanza de la familia como mecanismo para frenar la infrarrepresentación de la mujer y visibilizar su figura en este tipo de empresas.

Dentro de los órganos de gobernanza de la familia, nuestro interés reside en ampliar el conocimiento sobre el consejo de familia como mecanismo para visibilizar a las mujeres. El consejo de familia es el órgano de gobernanza de la familia más formal y pretende dar voz a todas las personas de la familia (Suess, 2014). De esta manera, es posible aunar los intereses individuales en un objetivo compartido. A través del consejo de familia se ahonda en las dinámicas familiares y se trabajan herramientas de comunicación como para propiciar un diálogo más igualitario (Poza, 2013). Así, es posible crear un espacio en el que las mujeres puedan expresar sus intereses, deseos y expectativas de forma abierta. Con el objetivo de entender los antecedentes del consejo de familia, se expone una revisión histórica del concepto de familia y el papel de la mujer en cada una de los períodos históricos.

Por tanto, nuestro llamamiento al interés de estudiar el consejo de familia tiene una doble intención: por un lado, resaltar la importancia de la perspectiva de la familia en el estudio de la empresa familiar y, por otro, visibilizar el papel de la mujer como fuente de cohesión y comunicación familiar.

El objetivo compartido que pretende conseguir el consejo de familia tan solo será válido si es reconocido y aceptado por todos los miembros de la familia. Así, este reconocimiento colectivo únicamente es alcanzable a través del diálogo y consenso. En términos de consenso, la teoría de la acción comunicativa de Habermas (1982) proporciona los axiomas sobre la racionalidad comunicativa, la cual descansa sobre el entendimiento de los hablantes. Así, en el presente trabajo constituye la lente sobre la que construimos nuestro marco conceptual. A través de este marco analizamos cómo el diálogo puede ser el punto de partida para la visibilización de la mujer en la empresa familiar. Concretamente, el marco conceptual del capítulo expone los antecedentes de un consejo de familia motivado por la racionalidad comunicativa y los resultados de este.

La estructura del capítulo es la siguiente. En el siguiente apartado se expone el marco teórico, el cual incluye una revisión de la empresa familiar, el papel de la mujer en los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y la empresa familiar. A continuación, se presenta una revisión histórica del concepto de familia hasta llegar a la edad contemporánea. Después, se argumenta la teoría de la acción comunicativa de Habermas como herramienta para visibilizar a las mujeres en el consejo de familia, y por último se propone el modelo conceptual.

2. Marco teórico

2.1. La empresa familiar: la intersección de dos lógicas

Según el IEF (2022), el 90 % de las empresas en España están gestionadas o son propiedad de una familia y generan el 70 % del empleo en el sector privado, aportando casi el 60 % del PIB de nuestro país. Por tanto, atendiendo a estas cifras, no es sorprendente que su papel en la economía nacional merezca una atención especial.

El estudio de las empresas familiares se desmarca de la línea general empresarial por varios motivos, pero principalmente por la complejidad de su naturaleza. Esta complejidad se explica por la interacción inevitable de dos realidades: la familia y la empresa, cuyas lógicas se sustentan sobre axiomas diferentes. En términos prácticos, mientras que las lógicas empresariales atienden a los máximos de eficiencia y productividad, las presunciones de la familia se enfocan al cuidado y protección de todos los miembros de forma equitativa (Minuchin, 2001). Por tanto, la intersección de estas dos lógicas es en ocasiones fuente de conflicto, discrepancias y retos. A pesar de que, a priori, el entendimiento de ambas racionalidades puede ser igualmente significativo, la literatura hasta el momento ha apostado por abordar estos retos desde una perspectiva empresarial, ahondando en las mejores prácticas de un gobierno corporativo o presentando soluciones como la incorporación de consejeros externos en los órganos de gobierno empresarial (Pieper, 2003).

Sin embargo, este desequilibrio no es azaroso, sino que encuentra su fundamento en la tradición académica empresarial de los investigadores del área de empresa familiar (EF), la accesibilidad de la información y el conocimiento de las teorías que sustentan los datos. A medida que el campo avanza, múltiples son las llamadas a incorporar nuevas perspectivas provenientes del campo de la psicología, sociología y terapia familiar. Complementario a los estudios que se han desarrollado hasta el momento, de esta manera se podrá avanzar en el entendimiento de la complejidad de la empresa familiar, aunque esta vez desde el lado de la familia. En línea con estos argumentos, nuestro objetivo es descubrir la caja negra de la familia, y por ello nuestra unidad de análisis no será más la empresa familiar, sino que será la familia empresaria. Así, nuestro interés reside en ahondar en los órganos de organización de la familia que permiten que la familia sea una organización funcional a pesar de la posible complejidad del entorno y el paso de las generaciones. Al hablar de órganos de gobernanza de la familia, necesariamente necesitamos destacar el papel del consejo de familia por ser el órgano formal más importante (Suess, 2014) y por mantener vivo el proyecto empresarial de la familia (Poza, 2013).

A su vez, el consejo de familia constituye un foro que fomenta la comunicación de los intereses, preocupaciones y expectativas de la familia y acrecienta la cercanía entre sus miembros. Por tanto, se trata de un órgano que se encuentra al servicio de la familia empresaria y que, por tanto, se ajusta a las necesidades (y lógicas) que tiene la familia como grupo organizacional. En este sentido, el consejo de familia debe asegurar que la familia cumple con sus funciones básicas: proteger, educar y socializar a todos los miembros por igual, en todas las generaciones, y en todas las ramas familiares. Tradicionalmente, las actividades relacionadas con la protección, educación y socialización de la siguiente generación (en definitiva, los cuidados), han sido acarreadas por las mujeres de la familia, siendo generalmente acciones invisibilizadas o infravalorados a nivel social.

En los siguientes apartados se exponen de forma detallada los argumentos que sustentan cada uno de los intereses académicos, proporcionando a la persona lectora un esquema sobre la mujer en la empresa familiar, el consejo de familia y su relación con los ODS.

2.2. La mujer en la empresa familiar

Los estudios hasta el momento aseguran que las mujeres han estado infrarrepresentadas en puestos de responsabilidad y poder en las empresas en general (Bible y Hill, 2007) y en las empresas familiares en particular (Amore et al., 2014) como consecuencia de desigualdades estructurales a nivel macro y también de desventajas generadas a nivel micro. Estas desventajas suponen un problema, entre otras cosas, porque las mujeres están expuestas a un sinfín de obstáculos que impide que asciendan en la jerarquía organizacional, se desarrollen profesionalmente o reciban los mismos reconocimientos que sus compañeros varones. Ante este contexto, numerosos estudios en el área de empresa familiar han llamado la atención sobre el papel de la mujer en este tipo de empresas (Heinonen y Stenholm, 2011), aumentando la visibilidad de un colectivo cuyas acciones han sido generalmente relegadas a un segundo plano (Howorth et al., 2010).

En términos generales, los temas de interés más recurrentes en la literatura han sido: la presencia de mujeres en los órganos de gobierno de la empresa (comité ejecutivo y de dirección) (Chadwick y Dawson, 2018) y el rol de la mujer en la sucesión (Overbeke et al., 2013). Sin embargo, el estudio de las mujeres en órganos de gobierno de la empresa está todavía por explorar. Grandes interrogantes quedan aún por responder en lo relativo al papel de la mujer en la organización del grupo familiar. Por ello, el presente estudio se plantea con la intención de proponer un marco teórico para explorar el rol de la comunicación como una herramienta de empoderamiento y visibilización de la mujer en el foro familiar. El momento en el que surgen estos interrogantes es importante, ya que no se puede desconectar el fenómeno del contexto en el que sucede. Por ello, en las siguientes líneas se expone el marco establecido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en materia de igualdad de género.

2.3. Los ODS y el papel de la mujer en la empresa familiar

El llamamiento de la academia, consultores y prácticos del área de empresa familiar a incluir estudios que versen sobre la realidad de la mujer en este entorno no es aleatorio sino que, más bien, se enmarca en un contexto espaciotemporal marcado por las directrices de instituciones globales tales como Naciones Unidas que tratan de cubrir las necesidades sociales y medioambientales de los Estados Miembros. De forma específica, los ODS establecen un marco de acción integrado por 17 objetivos para culminar antes del 2030, enfocados a promover la sostenibilidad en todas sus vertientes. Una de estas vertientes apuesta por la igualdad de género en todas sus expresiones, situándose así en línea con las demandas intelectuales y prácticas del área de empresa familiar.

La relación entre los ODS y la empresa familiar tiene una amplia trayectoria. Por ejemplo, el manual de Birdthistle et al. (2022) explica de forma detallada cómo las empresas familiares pueden abordar cada uno de los ODS. Además, los ODS sirven de motivación para las empresas familiares para incrementar sus prácticas responsables (Patuelli et al., 2022) y se encuentran en línea con la teoría de la riqueza socioemocional (Berrone et al., 2012), enfocada a contemplar los beneficios no económicos de las empresas gestionadas por una familia (Bukalska et al., 2021). En términos cuantitativos, el estudio de Ferreira et al. (2021) advierte de que hay un total de 161 de publicaciones y 384 autores involucrados en el estudio de la sostenibilidad y la empresa familiar. A través de un análisis clúster, los autores identifican cuatro grandes grupos de temas de interés: capital de empresa familiar, estrategia, responsabilidad social y sucesión. En temas de sucesión, el papel de las mujeres ha estado mayoritariamente relegado a las esposas de los fundadores, quedando generalmente alejadas de las posiciones de toma de decisiones. Sin embargo, para Werbel y Danes (2010) el compromiso de una mujer con la empresa puede potenciar el vínculo familia-empresa. Siguiendo esta línea vislumbramos la oportunidad de seguir investigando sobre la aplicación de los ODS en la empresa familiar (EF) en materia de género, ya que son escasas las publicaciones que directamente inciden sobre este objeto de estudio (Mubeen et al., 2022).

3. Revisión histórica del concepto de familia

Si bien es cierto que abordar el fenómeno de familia no es una tarea sencilla, el contexto histórico ejerce un rol primordial a la hora de acotar su significado. En esta línea, un repaso histórico sobre el concepto de familia proporciona una base de fundamentos teóricos, los cuales guían la finalidad, funcionalidad y características de un consejo de familia. Sin esta revisión histórica estaríamos pasando por alto matices que condicionan el porqué de la familia y, más importante aún, el para qué de un consejo de familia.

Con esta revisión, nuestro objetivo es, a través de la lente del ayer, entender los fundamentos que conforman la familia de hoy y el papel de la mujer en la familia. La Figura 1 recoge las principales características de la familia en cada una de las épocas que se expondrán a continuación.

Figura 1. Revisión histórica del concepto de familia.

Fuente: Elaboración propia.

3.1. Antigua Roma

En la época romana, la familia se identifica como el grupo social principal de transmisión de la memoria y de la identidad (Dasen y Späth, 2010). Aunque ambos elementos residen en la mente del individuo, es sorprendente que ya en la época de los romanos se enfatizaba la necesidad de una explicación a nivel colectivo que sustentara el marco mental común (Dasen y Späth, 2010). Esta visión compartida se alcazaba a través de rituales, hábitos y educación, fomentando la idea de imitatio patris para mantener la esencia de la familia. Nada más lejos de la realidad de la empresa familiar del siglo XXI. En definitiva, de los romanos aprendemos la relevancia de la función de socialización dentro de la familia, ya que es el seno donde se moldea la identidad de todos los individuos. Si bien es cierto que la construcción de la identidad era proceso continuo de interacción entre todos los miembros familiares, el hogar común estaba bajo el control del pater familias, quien supervisaba y regulaba los principios morales que regían su conducta a través del patria potestas.

En cualquier caso, no debemos pasar por alto los matices que el término «hogar» implican en la época romana. Concretamente, en estas sociedades el hogar no era una medida social, sino que los censos romanos tenían un carácter individual (Storey, 1997). Esta percepción cambia disruptivamente con la llegada las religiones, concepto de matrimonio, hogar y familia, tal y como se verá a continuación.

3.2. Edad Media

La extensión de familias medievales y agrícolas favorece la aparición de los hogares conmensurables. En este contexto, el concepto de familia se asocia con un hogar como unidad de producción y consumo, liderada por un padre de familia (porque generalmente era un varón), donde se crea cohesión emocional y cognitiva de forma inherente (Herlihy, 1983). Esta capacidad de producir y consumir de forma conjunta por todos los miembros que forman parte de la familia es lo que determina la continuidad del grupo social. De forma paralela, cuando una familia decide instaurar una empresa, esta tendrá sentido que se mantenga en manos de la familia mientras siga reportando capacidad productiva y de consumo para el grupo social. Es decir, que la familia obtenga beneficios (en forma de dividendos, trabajo o patrimonio) de la empresa.

Como se puede apreciar, el concepto que tenemos hoy de familia y, con ello, el de empresa familiar, puede remontar sus fundamentos a la era romana y medieval. Sin embargo, existe una gran diferencia entre ambos períodos, la cual supuso un punto de inflexión: la religión católica. Por ejemplo, mientras que el derecho romano reconocía diferentes formas de matrimonio o concubinato, el cristianismo unificó en la época medieval el matrimonio, independientemente de la clase social o estatus de los individuos. La monogamia, por su parte, favoreció el escenario perfecto para la aparición de los hogares, entendidos como una unidad social que convive, produce y consume de forma conjunta, bajo una moralidad también compartida (Herlihy, 1983). Como consecuencia de un sistema monógamo, se implementa un modelo de herencia patrilineal en comparación al parentesco agnaticio característico de la sociedad romana. Mientras que en un sistema agnaticio la posición de las mujeres era central, con el desarrollo del patrilinaje se adelanta su edad de comprometerse y, con ello, el traspaso de la autoridad formal del padre al marido (Ward, 2016). En definitiva, la religión católica actúa como una gran fuerza unificadora de la sociedad a través de la difusión de un único concepto de familia, matrimonio y hogar a toda la población, sin distinción de clase o grupo social, pero trayendo consigo la pérdida de la autonomía e independencia de la mujer.

Esta unificación y cohesión social alcanzada en Europa comienza a desquebrajarse a partir de la Reforma Protestante, cuando aparecen religiones coetáneas para hacer frente a lo que Goody (2009, p.187) denomina «la economía oculta del parentesco». En este momento, aparecen las divergencias culturales entre el norte y el sur de Europa, como consecuencia de la aparición de diversas corrientes religiosas.

Si hemos mencionado la religión como una de las causas principales de unificación en la historia de la humanidad, el dinero sería otra (Harari, 2011). El dinero permitió que desde el siglo XVI hasta el XVII se generara una acumulación de capital, propiedad y aumento de numero de granjas como consecuencia del desarrollo de los estados feudales de la época. Esto no es casual, ya que la acumulación empieza a cobrar un significado social muy relevante. En otras palabras, las dinámicas de la época consistían en otorgar prioridad a los derechos de propiedad sobre los rendimientos del negocio.

3.3. Edad Moderna

Para entender este fenómeno, debemos encuadrarlo en su contexto. Nos referimos a un sector de naturaleza agraria donde la inestabilidad e incertidumbre por cuestiones meteorológicas y geográficas dirige todas las decisiones y conducta de los propietarios. Así pues, ante este entorno incontrolable y ciertamente impredecible, existe un comportamiento extendido hacia el ahorro y prudencia en la inversión. Y así es como, en otras palabras, la acumulación como medida de prevención empieza a proliferar en la sociedad de la época moderna. Posteriormente se produce la transición desde la industria rural a una industria urbana, es decir, del feudalismo al capitalismo (Del Rio, 2010). En este momento (siglo XVIII) la burguesía se consolida como un grupo social homogéneo. A partir de este momento, la clase burguesa, acomodada generalmente en las grandes urbes y lejos de los condicionantes del entorno rural, fomentan nuevas formas de producción y consumo.

En definitiva, nuevas formas de gestionar sus propiedades y rentabilidad, con diferentes opciones de inversión y crecimiento, en contraposición a la acumulación de propiedad propia de la época agraria. Esta observación será trasladada también al seno de familia y el hogar y a las dinámicas para gestionar su patrimonio y utilidad de sus activos. Hasta el momento la familia proporcionaba los medios necesarios para la prosperidad del grupo social, y junto con la comunidad simbolizaban el estado de bienestar, de educación, de financiación e incluso de información para los individuos. Sin embargo, con la aparición del capitalismo, los Estados y los mercados empiezan a cubrir estas necesidades básicas de los individuos hasta el punto de remplazar algunas funciones realizadas por las familias (Harari, 2011). Esta transición es clave para entender el auge de las libertades individuales, trasladadas a una máxima autonomía e independencia del individuo con respecto al núcleo familiar. Además, la divergencia en la forma de entender la empresa y el negocio en contextos rurales y urbanos, respectivamente, ponen de manifiesto hoy en día el porqué de las decisiones de las familias que están al mando de las empresas. No es sorprendente entonces que dicha transición de mundo agrícola al burgués representa un elemento clave para entender los orígenes de las empresas familiares (Kertzer y Barbagli, 2001).

3.4. Edad contemporánea: la metamorfosis de la familia

Los últimos 500 años han sido testigos de una revolución tecnológica y social, pero también cognitiva. Precisamente, este cambio cognitivo es el que anticipa la forma actual de entender la familia (Frost, 2018). La familia adquiere en la actualidad infinidad de formas porque existen instituciones que velan por las necesidades que históricamente se ha ocupado la familia y comunidad. A medida que se fortalece el Estado del bienestar, aumentan también las libertades individuales y la autonomía en la toma de decisiones. Todo esto ha tenido enormes efectos sobre el papel de la mujer en las familias. Las consecuencias de ello tienen cifras.

Según Eurostat (2020), el 60 % de los hogares en los países desarrollados están constituidos por parejas sin hijos y solteros (Figura 2). El tercer puesto lo ocupan las parejas con un hijo. Sin embargo, en los países de la Unión Europea, los nacimientos fuera del matrimonio han aumentado considerablemente, lo cual incentiva la aparición de estructuras familiares diversas. En cifras, estos nacimientos ascienden a un 41.6 % en 2018, en comparación al 35.2 % de 2008. Esto quiere decir que cada vez más hay más parejas que deciden tener hijos sin casarse y que, en caso de que haya boda, se celebra mucho más tarde (en 2018, a los 30.5 y 28.8 años de media para la mujer y el hombre, respectivamente).

Figura 2. Tipos de hogares y presencia de niños/as por país (2020).

Fuente: Adaptado de Eurostat (2020).

Es más, en España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (2019), entre las principales tendencias se destaca la reducción de la familia nuclear. Concretamente, en 2019 el número medio de hijos por mujer se redujo en un 3,5 % con respecto al año anterior, situándose en 1,24 niños por mujer.

De estos datos inferimos que, para entender el cambio cognitivo en el concepto de familia, es necesario atender a tres criterios diferentes:

Estructura. No existe un patrón exclusivo de familia, sino que los miembros que componen una familia son diversos e idiosincráticos para cada una de ellas. Así, nos encontramos con familias monoparentales, parejas del mismo sexo, familias mosaico o polinucleares y uniones de hecho.

Organización. Si la estructura ha sido modificada, también lo será la forma de desplegar sus recursos para alcanzar su meta. Así, las relaciones intra- e inter- sistemas se han visto afectadas por el alza de las libertades individuales y la democratización del poder. El reconocimiento y extensión institucional de los derechos es universal, es decir, también se aplica a mujeres y niños. Esto propicia la reconstrucción de los roles y esquemas de género (Sánchez, 2008), así como los esquemas de poder y autoridad.

Funcionamiento. Las tareas operativas del día a día en la familia del siglo XXI deben ajustarse a su estructura particular y propósito compartido. Así, la función de socialización, protección y educación adquirirá los matices que en cada caso se requieran.

Cuando las modificaciones del concepto social de la familia se realizan en las tres dimensiones de manera simultánea, las empresas familiares se pueden beneficiar de un foro que permita encauzar los propósitos individuales hacia un objetivo compartido y común. Nos referimos a los órganos de gobernanza formales de la esfera de la familia y, más concretamente, al consejo de familia.

Así, el consejo de familia será un foro con el objetivo de buscar un equilibrio entre la diversidad y la unidad y dotar de autonomía a todos los miembros por igual. Esta autonomía solo se podrá alcanzar a través del diálogo y consenso democrático. La familia se organizará de tal manera de que sea funcional y esté alineada con el contexto sociocultural del momento, por lo que los roles tradicionales pueden presentar ciertas limitaciones. Con el objetivo de mitigar estas limitaciones, aparece la reconstrucción de estereotipos de género en la empresa familiar, donde la incorporación activa de la mujer tiene grandes repercusiones sobre el funcionamiento de ambas esferas y de su interacción.

4. La comunicación como herramienta para visibilizar a las mujeres

En el presente apartado se explica cómo la comunicación puede servir de herramienta para visibilizar y empoderar a las mujeres dentro de una familia que gestiona una empresa. Para ello, haremos uso de los postulados de la teoría de la acción comunicativa, de Habermas (1982). Habermas propone la comunicación y el diálogo como un mecanismo para la emancipación de los individuos ante una sociedad que se encuentra controlada y dominada por los intereses técnicos. A través del diálogo y el consenso, los individuos pueden alcanzar su autonomía y empoderamiento. Así, nuestro objetivo consiste en centrarnos en el logro de la autonomía y visibilización de la mujer en el foro de la empresa familiar.

De estos axiomas de partida se deriva la principal contribución de Habermas: las normas que permiten que el individuo se emancipe de los sistemas únicamente son alcanzables a través de una racionalidad comunicativa. Para Habermas, ser racional consiste en exponer argumentos y asegurar que hay entendimiento por la otra parte en el camino de alcanzar acuerdos intersubjetivos. Estos acuerdos únicamente son válidos cuando todos los afectados por la norma están representados en el diálogo y en el consenso. Además, existe un espacio público donde revisar y modificar las normas pactadas. Del mismo modo, todas aquellas normas que se elaboran dentro de cualquier otro marco diferente al del consenso y acuerdo intersubjetivo forman parte de la racionalidad instrumental.

Desde una posición de crítica a la racionalidad instrumental, Habermas (1982) defiende que la comunicación es condición necesaria para la independencia de los individuos. Sin embargo, esta comunicación no es incondicional, si no que únicamente es posible cuando se dan ciertas circunstancias. Entre el conjunto de condiciones compartidas hay un elemento crucial para la predisposición a la comunicación: el escenario en el que transcurren las acciones comunicativas. Este escenario, también llamado mundo de la vida (Lebenswelt), actúa de trasfondo contextualizador de todos los procesos de entendimiento y marca los límites de las posibilidades de comunicación. En la siguiente sección se exponen con mayor detalle las características de la acción comunicativa y del mundo de la vida, necesarias para entender racionalidad subyacente (comunicativa o instrumental) de cada acto comunicativo. Aplicado a nuestro objeto de estudio, nuestro Lebenswelt es el consejo de familia: el espacio donde todos los miembros de la familia se reúnen y comparten sus experiencias, puntos de vista y expectativas.

4.1. La acción comunicativa y el mundo de la vida

Las estructuras del mundo de la vida consolidan el molde del diálogo y representan el punto de encuentro donde el hablante y el oyente plantean sus razonamientos, resuelven los conflictos y llegan a un posible acuerdo. Esta interacción de los diferentes hablantes no es unidimensional, sino que refleja un punto de encuentro en el que se manifiestan las vivencias individuales de cada hablante (mundo subjetivo), la totalidad de los estados de las cosas (mundo objetivo), y las normas sociales (mundo social).

Por tanto, el mundo de la vida tiene tres dimensiones diferentes: mundo subjetivo, mundo objetivo y mundo social, las cuales están interconectadas y son recíprocas a través de la acción comunicativa. Únicamente a través del acto de comunicación se reproducen las estructuras simbólicas que forman parte del mundo de la vida, es decir, el entendimiento es posible cuando hablante y oyente se refieren a una estructura simbólica que es común para los dos. La vía que utilizan los hablantes para hacer referencia a las estructuras simbólicas es el lenguaje. A través del lenguaje, los hablantes moldean su realidad y establecen los horizontes de su mundo. Por tanto, por deducción, para los integrantes de una misma cultura los límites del lenguaje son los límites de su mundo. Básicamente, la posibilidad del hablante de transmitir sus propios argumentos a través de lenguaje lo posiciona en una situación de interacción y diálogo, antecedente necesario para el entendimiento. Por tanto, sin lenguaje no habría interacción posible tampoco habría entendimiento.

La Figura 3 refleja las interacciones entre las tres dimensiones del mundo de la vida y, sobre todo, cómo la comunicación reflejada en el lenguaje y la cultura ejercen de mecanismo de transmisión entre las tres, permitiendo a los hablantes compartir sus visiones preinterpretadas del mundo. Una vez que hemos enmarcado los límites sobre los que las acciones comunicativas tienen lugar, desarrollamos a continuación las lógicas de la racionalidad comunicativa e instrumental y sus implicaciones sobre las acciones comunicativas.

Figura 3. Interacción del mundo objetivo, subjetivo y social.

Fuente: Habermas (1982, p. 180, vol. II).

4.2. Racionalidad comunicativa vs. racionalidad instrumental

La finalidad de las acciones comunicativas determina el tipo de racionalidad. Es decir, una acción comunicativa está sujeta a una racionalidad u otra dependiendo del para qué de dicha acción. Bajo una racionalidad instrumental, las acciones comunicativas están orientadas al éxito, mientras que bajo una racionalidad comunicativa las acciones están orientadas al entendimiento. La Tabla 1 incluye las características más relevantes para la racionalidad comunicativa e instrumental.

Tabla 1. Características de la racionalidad comunicativa e instrumental

 

Racionalidad comunicativa

Racionalidad instrumental

Orientación de la acción

Orientación al entendimiento

Orientación al éxito

Manifestación

Acuerdo intersubjetivo

Imposición o ausencia de normas

Función del lenguaje

Negociación con el resto de los hablantes

Influencia sobre el resto de los hablantes

Pretensión de validez

Verdad

Eficacia

Tipos de acción

Mundo objetivo: Conversación

Mundo social: Acción regulada por normas

Mundo subjetivo: Acción dramatúrgica

Mundo social: Acción estratégica

Mundo objetivo: Acción instrumental

Éxito de la acción

Acuerdo motivado racionalmente

Maximización de utilidad

Fuente: Elaboración propia.

Para comprender las condiciones que conducen al entendimiento, primero debemos asumir que compartimos una misma conceptualización del término de entendimiento. Tomando la definición de Habermas (1982), el entendimiento es un proceso de recíproco convencimiento entre todas las partes involucradas en el diálogo que coordina las acciones de los distintos participantes en base a una motivación por razones.

Si asumimos esta definición, el éxito comunicativo de una racionalidad comunicativa viene determinado por la existencia de un acuerdo reconocido por todos los miembros afectados por la norma, es decir, por un acuerdo intersubjetivo. Dicho acuerdo únicamente puede alcanzarse a través del lenguaje, el cual permite que hablantes y oyentes dialoguen, desde sus límites preinterpretados del mundo, sobre algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, simultáneamente.

Por el contrario, cuando las acciones comunicativas no dirigen sus esfuerzos hacia alcanzar el consenso colectivo, sino que más bien están orientadas al éxito, Habermas (1982) sostiene que estas acciones se rigen por una racionalidad instrumental. La racionalidad instrumental identifica medios eficaces para un fin, por lo que, al basarse en una máxima teleológica, su éxito es indiferente con respecto a los fines. Esto quiere decir que una acción instrumental no se puede juzgar por su falta de veracidad objetiva, sino que hay que juzgarla por el grado de alcance de los resultados que se proponían. Únicamente las conversaciones que están dirigidas al entendimiento pueden juzgarse en términos de veracidad. En el modelo instrumental de acción, el lenguaje es un medio más a través del cual los hablantes dirigen sus esfuerzos hacia su propio éxito. Por tanto, se utiliza el lenguaje como mecanismo para influir sobre el resto de los hablantes e intentar dirigirlos hacia las posiciones convenientes para sus propios objetivos. Ante este escenario, la semántica adopta una función intencional. Al aplicarse una máxima de utilidad en las acciones comunicativas, Habermas sostiene que se cosifican los ámbitos comunicativos de la vida y propicia que los individuos se alejen de su emancipación de los sistemas.

A modo de resumen, cuando hablamos de acciones comunicativas, los planes de acción se rigen por actos de entendimiento; mientras que, bajo las acciones instrumentales, los hablantes implicados se organizan a través de una evaluación egoísta de los resultados.

Aplicado al contexto familiar, bajo una racionalidad comunicativa, las normas establecidas en la familia empresaria tendrán éxito si han surgido como fruto del consenso y de la búsqueda de la verdad colectiva por parte del grupo familiar. En estas circunstancias, todos los miembros afectados por una norma deben estar representados en la misma y haber participado de forma equilibrada en su negociación. En este caso, el lenguaje facilita el punto de encuentro entre los intereses y expectativas individuales (mundo subjetivo), los acuerdos intergrupales (mundo social) y los hechos contrastados (mundo objetivo). Así, la comunicación no representa una finalidad en sí misma, sino que más bien es una herramienta para negociar y alcanzar el consenso colectivo por todas las personas afectadas por el acuerdo. Este escenario difiere de los roles tradicionales de género impuestos socialmente. De hecho, aboga por la simetría de los hablantes, independientemente de su género o cualquier otra característica, y se alcanza el consenso valorando la adecuación de los argumentos, más allá de las personas de la que provengan esos argumentos.

Por el contrario, cuando los actos comunicativos del grupo familiar se rigen por una racionalidad instrumental, cada individuo antepone sus intereses particulares sobre las normas consensuadas y la comunicación es un mero instrumento más para conseguir estos intereses propios. Bajo esta racionalidad, algunos integrantes afectados por la norma no están incluidos en su elaboración, existiendo imposición de mandatos o, en el extremo opuesto, ausencia total de normas.

5. Modelo conceptual

La Figura 4 expone el modelo conceptual que se deriva de la literatura y teoría expuesta con anterioridad. La primera parte del modelo expone los antecedentes relacionados con el funcionamiento de un consejo de familia que ya está en marcha. A la derecha del modelo se exponen los potenciales resultados que se derivarían de aplicar una racionalidad comunicativa al consejo de familia.

Figura 4. Modelo conceptual sobre el consejo de familia y racionalidad comunicativa.

Fuente: Elaboración propia.

Para empezar con los antecedentes, la complejidad familiar se ha entendido tradicionalmente como el aumento del número de vínculos familiares y heterogeneidad de estos (Bieto et al., 2010). Sin embargo, tal y como acuñábamos en la revisión histórica de la familia, la forma actual de entender la familia supone una revolución cognitiva a nivel de estructura, organización y funcionamiento. Esto supone un aumento de complejidad que no únicamente atañe al número y naturaleza de los vínculos, sino también a la diversidad en la forma de entender esos vínculos.

Por otro lado, el modelo de Habermas (1982) nos arroja luz sobre el papel de la cultura en la comunicación. En este caso particular, la cultura familiar instaurada en el grupo influirá sobre la forma de organización, comunicación y dinámicas del grupo familiar. De hecho, previamente a la evaluación de una racionalidad comunicativa en la familia es necesario realizar un diagnóstico para conocer su punto de partida. Esto es importante, porque el diálogo y consenso únicamente es alcanzable cuando haya un escenario compartido sobre el que poder hablar. Como diría Habermas (1982) el mundo de la vida compartida marca los límites de las posibilidades de comunicación.

En cuanto a los resultados, la búsqueda del entendimiento en el foro del consejo de familia facilita la escucha activa de todas las personas que la conforman. Tradicionalmente, las mujeres han tenido un papel invisibilizado dentro de la empresa familiar (Overbeke et al., 2013). A través de una racionalidad comunicativa, las mujeres pueden alzar su voz y comunicar, en igualdad de condiciones, sus intereses, expectativas y preocupaciones sobre la familia como grupo, y su interacción con la empresa. A través del diálogo se consigue la emancipación de los individuos y, por tanto, la autonomía de todos los hablantes. Este nuevo escenario supera los viejos roles y jerarquías establecidas y aboga por la legitimidad de los argumentos. Es decir, para alcanzar un consenso se considerará el peso, adecuación y pertinencia de las razones, independientemente del emisor. A su vez, se buscará la posición más justa y beneficiosa para el grupo familiar en su conjunto, superando así los intereses individuales propios. Estas nuevas condiciones permiten que la mujer sea autónoma porque, en parte, se exige que lo sea; es decir, se le otorga una responsabilidad a la hora de contribuir al diálogo y aportar con sus argumentos. De esta manera, al cumplir con su responsabilidad, está ocupando su espacio en el diálogo público. Por último, cuando las dinámicas de la familia están basadas en el entendimiento, escucha y diálogo (es decir, racionalidad comunicativa), el grupo se beneficia de una mejora en la cohesión y comunicación. Estos patrones sitúan a la familia en un escenario proclive a la sostenibilidad y perdurabilidad en el tiempo.

6. Limitaciones, conclusiones y futuras líneas de investigación

Este capítulo tiene como objetivo dar espacio a las mujeres que, por diversos motivos contextuales, han estado infrarrepresentadas en el mundo académico y práctico. En este caso particular, tenemos el interés de alzar la voz de las mujeres que pertenecen a familias empresarias y que ocupan un asiento en el consejo de familia. Si asumimos los postulados de la teoría de Habermas (1982), aceptamos que, para que la comunicación familiar sea sostenible y perdurable en el tiempo, es recomendable que se busque el diálogo a través del consenso, respeto y equidad. Así, el entendimiento mutuo implica desprenderse de roles convencionales de género, en los que se establece automáticamente una situación de jerarquía. Precisamente, una de las máximas de Habermas es la simetría entre los hablantes y la libertad de expresión. Únicamente a través de la equidad todos los hablantes podrán aportar sus argumentos libremente y llegar a un acuerdo valorando el peso de cada una de las contribuciones. Aunque adoptar estas prácticas tenga potencialmente beneficios notables para la visibilidad de la mujer, en ocasiones implica abandonar ciertas inercias y patrones que han perdurado de forma inconsciente en las dinámicas de muchas familias. Asumimos que es un largo camino a recorrer, con un progreso lejos de ser lineal y notables altibajos, pero supone un reto inspirador cuando menos.

A pesar de su novedad, este trabajo no está exento de limitaciones. En primer lugar, tal y como se ha expuesto en el modelo conceptual, asumimos que para que la aplicación de la racionalidad comunicativa en el consejo de familia funcione debe haber ciertas condiciones de base, entre las que se incluye la voluntad de la familia. La evidencia empírica demuestra que ciertos mínimos compartidos son necesarios para que el consejo de familia actúe de foro para alentar una mejor comunicación. Esto quiere decir que el consejo de familia no tiene por qué ser una solución para todas las familias empresarias. De hecho, no hay fórmula mágica, sino que es un órgano de gobernanza que debe confeccionarse a medida.

En segundo lugar, con nuestro modelo asumimos patrones familiares propios de la cultura occidental. Tanto la revisión histórica de familia como las complejidades que se presentan responden a dinámicas culturales que son propias de un contexto occidental. Así, reconocemos la limitación de su alcance a otros contextos culturales y familiares. En línea con la visión occidental, en nuestro trabajo asumimos también una visión construccionista de la familia. Por supuesto, no nos olvidamos de las teorías biologicistas y evolutivas del concepto de familia, pero ante la realidad del siglo XXI abogamos por una construcción intersubjetiva de la realidad familiar.

A pesar de las limitaciones del presente estudio, alentamos a los lectores y autores a que continúen la investigación que en este trabajo hemos iniciado con el objetivo de mitigar las mencionadas limitaciones y ampliar esta vía de investigación. De hecho, uno de nuestros principales objetivos ha consistido en aportar un marco extenso sobre los postulados de la teoría de la acción comunicativa de Habermas (1982), con la intención de que su aplicabilidad sea transversal entre disciplinas. Es decir, en nuestro caso lo aplicamos como herramienta de visibilización de la mujer en el contexto de la empresa familiar, pero alentamos al lector a explorar nuevas aplicaciones en otros campos. Se trata de un marco ampliamente consolidado en el área de la comunicación y la sociología, con numerosas oportunidades por explotar en infinidad de estudios de otros campos.

A su vez, animamos a la comunidad científica a testear de forma empírica el modelo conceptual que aquí se presenta. De momento, se trata de un estudio en una etapa incipiente, que tiene el objetivo de sembrar la duda y la curiosidad en el personal investigador sobre la visibilización de las mujeres a través del diálogo. En futuras etapas, comprobar la aplicabilidad del modelo empíricamente en la realidad familiar aportaría un valor significativo a los estudios en el campo. Seguramente, de estas viejas preguntas nazcan nuevas, y con el trabajo conjunto de la comunidad académica logremos darles voz a las mujeres que durante décadas han estado invisibilizadas y que, con sus relatos, pueden aportar a la sostenibilidad de las familias empresarias.

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